– Ordenar los utensilios sin haber reflexionado antes: así se cuelga el guante protector para sacar las fuentes del horno cerca del fregadero en vez de hacerlo junto al horno, que es donde debe estar.
– Llenar el fregadero de cacharros, en vez de lavarlos enseguida; la grasa se enfría y se seca, y todo resulta más complicado.
– No tener siempre una reserva para reemplazar aquello que se está acabando.
– Estructurar la cocina sin tener en cuenta todos los desplazamientos que se hacen para cumplir los más sencillos gestos rutinarios.