– Coge un cesto de mimbre o recipiente de cerámica, una base de esponja de la que se emplea habitualmente para los centros de flores; una docena de hermosos limones; un alambre de calibre grueso y unos tallos de hiedra.
Clava los trozos de alambre en los limones e insértalos en la espuma; si el limón pesara demasiado y se cayera, clava más alambres para impedírselo.
Cuando todos los limones estén ya sujetos, coge los tallos de hiedra y cubre con ellos los espacios libres de forma que oculte tanto la espuma de la base como los alambres.