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– Una forma de perfumar la cocina es poner a cocer en un poco de agua un puñado de clavos de olor, azúcar, canela y la piel de un limón.

– Cuando las rosas empiecen a deshojarse, no deben tirarse los pétalos. En un tarro de gres se van intercalando una capa de pétalos y una capa de sal hasta que esté completamente lleno. Luego se cierra el tarro herméticamente. Cuando se quiera perfumar una habitación sólo habrá que destaparlo un rato y volverlo a tapar después para que no se evapore el perfume.

– Coge una bonita naranja, pincha la totalidad de su superficie con clavos de olor y ponla en el armario de la ropa. Verás que la naranja se seca sin pudrirse, expandiendo un agradable aroma que se mantendrá mucho tiempo. Por otra parte, alejará las polillas de la ropa.

– Pon a macerar en vinagre blanco o de manzana unas hojas de tu hierba aromática predilecta durante un mínimo de quince días. Cuando quieras perfumar el ambiente te bastará con vaporizar este líquido con un pulverizador.

– La chimenea puede calentar y perfumar a la vez la habitación. Además de la leña, hay que echar unas ramas de tomillo, lavanda, piel de naranja y piñas. Habrá que poner una protección para impedir que las chispas puedan saltar.

– Los ambientadores disimulan los malos olores, pero no los eliminan. Por esto, en una cocina, donde las mezclas pueden resultar desastrosas, deben elegirse de preferencia aromas especiados antes que aromas florales, y si el perfume que se lleva personalmente es muy intenso, deben escogerse fragancias frescas y ligeras. Una buena solución pasa por utilizar el mismo perfume para el cuerpo y para la casa.

– En el recibidor debe reinar la discreción para no apabullar a los visitantes con un aroma excesivo. Las fragancias naturales, por ejemplo, garantizan una perfecta transición entre el exterior y el interior de la casa. En el cuarto de estar, el perfume elegido debe estar a tono con la decoración: en la ciudad, puede ponerse un ambientador afrutado o con olor a flores, según sea el gusto; en el campo, en cambio, conviene algo más agreste, y en un ático amansardado basta un aroma sencillo y fresco.

– Puede aprovecharse el calor del horno, una vez apagado, para poner en la placa unas mondas de naranja o limón. Perfumarán el ambiente.

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