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Si tienes invitados a cenar en casa, un fondo musical puede resultar agradable durante la cena mientras la música suene a un volumen muy bajo, sea de naturaleza discreta y no te obligue a andar levantándote cada dos por tres para cambiar el disco o la cinta. Pero si durante el café la conversación es animada y entre los comensales se establece una corriente de simpatía y calidez, la música puede llegar a ser no sólo superflua, sino incluso molesta.

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