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A veces las cosas salen mal, o menos bien de lo que quisiéramos, y el plato estrella de nuestro menú personal, el que más felicitaciones nos ha valido siempre, ese día queda… digamos que menos perfecto que otras veces.

En este caso vale la pena que reconozcas abiertamente sus defectos, aunque sólo sea para aliviar el compromiso de tus invitados, que agradecerán no sentirse obligados a alabar un plato que no lo merece.

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