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El respeto a la intimidad ajena es una de las reglas fundamentales de la buena educación.

Para mucha gente, la llegada del buen tiempo es como una borrachera: actúan en su jardín, en su terraza o en su patio como si el mundo les perteneciera.

Convendría recordar la frase de Bernard Shaw: “no quieras para los demás lo que quieres para tí; podrían no compartir tus gustos”.

En el momento de poner la radio, de reunirnos con los amigos o de dejar berrear a los niños no olvidemos que nuestro espacio tiene un seto y que más allá de él empieza el espacio del vecino, al que no podemos invadir con nuestras manifestaciones por estupendas que nos parezcan.

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