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Los cambios que más pueden definir a la adolescencia son: el afán de originalidad (querer ser diferente a los demás), el nacimiento de la intimidad, la búsqueda de la identidad personal y el replanteamiento de lo que es uno mismo.

Lo más importante para un adolescente es resolver su problema de identidad, responder a la pregunta: ¿quién soy yo en realidad?. Se viven enormes cambios y se plantean dudas sobre si se es la misma persona de antes o qué se llegará a ser en un futuro.

Durante estos años se exploran nuevos intereses, se prueban a sí mismos en diferentes actividades, se entra en contacto con distintos valores y, en fin, se entra en contacto directo con el mundo exterior y con el mundo interno que cada uno de nosotros tenemos. Ambos empiezan a resultar mucho más ricos en esta etapa.

Esta confusión se refleja en el excesivo tiempo que se dedica a veces a elegir determinadas alternativas para el futuro, por ejemplo una profesión, en el culto a determinados modelos a seguir (un héroe, un cantante, una actriz…), la impulsividad o la falta de tolerancia hacia los demás.

También en muchos casos el enamorarse es un intento de descubrir la propia identidad, compartiendo pensamientos y sentimientos con otra persona para verse reflejada en esta y saber quién se es.

La respuesta a la identidad no se resuelve del todo en esta etapa y lo va haciendo a lo largo de la vida.

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