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Pocos serán los que puedan resolver sus misterios. El reto del bien y del mal es el enigma de la esfinge, que la vida coloca a la vera de cada inteligencia.

Por no intentar solución alguna, tanto en los días de Tebas como en la actualidad, la mayoría de los hombres paga el error. Aquí y allá, se yergue una figura solitaria que jamás admite la derrota; de la dualidad de maya, ella arranca la indivisible unidad de la verdad.

A través de largo tiempo, he ejercido una honesta introspección: la exquisítamente dolorosa vía que conduce a la sabiduría. La exploración del propio yo, la implacable observación de nuestros pensamientos, es una dura y demoledora experiencia, capaz de pulverizar al ego más soberbio. Mas, el verdadero autoanálisis opera matemáticamente, produciendo sabios.

La vía de la “autoexpresión” y de los reconocimientos individuales, produce egotistas, hombres seguros de sus derechos a abrigar sus propias interpretaciones particulares acerca de Dios y del universo.

Mientras no se ha liberado de sus pretensiones, el hombre es incapaz de comprender las verdades eternas. Anegada por un fango centenario, la mente humana bulle con la repulsiva vida de innumerables ilusiones mundanas.

¡Las luchas de los campos de batalla palidecen en su insignificancia, ante las primeras contiendas del hombre con sus enemigos internos! No se trata aquí de meros adversarios mortales, fácilmente dominables mediante un arrollador despliegue de fuerza. Omnipresentes, infatigables, persiguiendo al hombre incluso durante el sueño, sutilmente dotados de miasmáticas armas, los soldados de los apetitos nacidos de la ignorancia pretenden que bajemos los brazos en el camino del despertar. Necio es el hombre que sepulta sus ideales, sometiéndose al destino común. ¿Cómo puede considerársele sino como a un ser impotente?.

Solamente un hombre superficial puede permanecer insensible ante las desgracias ajenas, mientras se sumerge en el mezquino sufrimiento de sus propias miserias. Todo aquel que aplique el bisturí de la autodisección descubrirá que su ser se expande en una compasión universal, liberándose de las ensordecedoras demandas de su ego.

La exploración del propio Yo. El reto del bien y del mal

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