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Un crecimiento anormal o excesivo de tejido en el cerebro es siempre grave, sea benigno o maligno.
Ello se debe a que los huesos protectores del cráneo impiden que
cualquier tumor se expansione; por ello, el tejido blando cerebral
queda peligrosamente comprimido a medida que se desarrolla. La
distinción entre tumores benignos y malignos es, por lo tanto,
menos definida que en otras partes del cuerpo.

A medida que crece el tumor provoca un aumento de presión dentro del cráneo.
Como consecuencia, hay dolores de cabeza frecuentes que, a menudo, son más violentos cuando el paciente está acostado.
Suelen ir acompañados de náuseas y vómitos. A veces, el vómito
sintomático de tumor cerebral ocurre de repente, sin previo aviso.
Como el desarrollo de la presión quizá afecta a los nervios de la parte
posterior del ojo, puede haber visión borrosa o doble.
Otros síntomas dependen de la localización del tumor: señal de
debilidad en uno de los lados del cuerpo, inquietud general, pérdida
del sentido del olfato o de la memoria, e incluso cambio radical de la
personalidad.
Estos síntomas pueden ser muy suaves al principio y empeorar durante
días o incluso semanas. En algunos casos, un tumor cerebral causa
ataques epilépticos (vea Epilepsia).
En raras ocasiones en que un niño lo tiene, el tumor cerebral está
situado más comúnmente en la parte posterior del cerebro dando lugar a
dolores de cabeza, a los que sigue, tras un intervalo, la inestabilidad.

Los tumores cerebrales son mucho menos frecuentes que los de mama, pulmón o tracto intestinal.
No obstante, la extensión de cánceres (metástasis) desde esos lugares al cerebro es relativamente común.
Los secundarios (producidos por metástasis) abundan más en la última
parte de la vida, cuando los cánceres tienen más probabilidades de
ocurrir.
Crecen y producen síntomas como los de los tumores primarios.

Si
no se tratan, los tumores cerebrales producen una lesión permanente de
los tejidos y, en la mayoría de los casos, sobreviene la muerte.
Si se descubre un crecimiento benigno y se trata pronto, existe a menudo excelente probabilidad de plena recuperación.

Si
padece usted cualquier síntoma característico (especialmente un dolor
de cabeza que empeora cuando yace en la cama, acompañado de vómitos),
consulte a su médico, quien le remitirá a un neurólogo para que le
someta a pruebas diagnósticas.
Además de radiografías (entre las
que figurará alguna de tórax, puesto que los tumores secundarios del
cerebro se desarrollan frecuentemente a partir de los malignos del
pulmón), le harán un TAC, una anginografía y acaso una gammagrafía
cerebral.

A menudo se recurre con éxito a la cirugía para extirpar un tumor benigno.
Incluso cuando el tumor afecta a una parte esencial del cerebro, a
veces resulta factible eliminar parte del tumor con objeto de reducir
la presión y aliviar los síntomas.
La cirugía, de extirpación total o parcial, va seguida a veces de
radioterapia, con objeto de matar las células tumorales que queden y
evitar su reaparición.
El tratamiento quirúrgico tiene en general menos éxito con los tumores cerebrales malignos.

Pero incluso entonces hay modo de aliviar los síntomas y mejorar la situación de los pacientes.

Los fármacos esteroides ayudan a disminuir la inflamación del tejido cerebral y , por lo tanto, la presión en torno al tumor.
Los anticonvulsivos se recetan para ataques epilépticos. Existen además
analgésicos que reducen el dolor de cabeza en los casos graves.

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