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Los aceites esenciales son sustancias líquidas destiladas del vapor -lo que permite conservar su energía y cualidades- que se extraen de diferentes partes de las flores, los frutos, las maderas, las hierbas, etc. de las plantas aromáticas, y que poseen excelentes poderes curativos, tanto física como emocional y espiritualmente.

No son un descubrimiento de estos tiempos. Todo lo contrario: desde la Antigüedad -época en que constituían el único remedio que poseía el hombre-, se los utilizó con fines terapéuticos y también religiosos.
Los griegos, egipcios y romanos eran excelentes conocedores de sus principios, y han quedado muchísimos testimonios de su utilización.
Con el transcurso de las diferentes edades de la humanidad, los aceites esenciales fueron adquiriendo mayor perfeccionamiento en su proceso de extracción y combinación, siendo la Edad Media -y el surgimiento de los míticos alquimistas- que iniciaron una etapa de mayor perfeccionamiento.
La denominación de “aromaterapia” a la terapéutica a base de aceites esenciales puros, surgió en Francia a principios del siglo pasado, gracias al aporte del químico René-Gattefossé. Pero es después de la Segunda Guerra Mundial, cuando el Dr. Jean Valnet, también francés, da origen -a partir de los años cincuenta- a la aromaterapia, tal cual la conocemos hoy.

Una aclaración: pese a denominarse “aceite”, no son oleosos, sino muy volátiles y livianos.

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