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Cuando el calzado no se ajusta a las estructuras
del pie e impide el desarrollo de palanca que ejercen los dedos se
pueden formar callos.

Éstos se producen por roce, presión o comprensión, siendo la presión
más evidente en el sexo femenino ya que el uso de los tacones hace que
el peso se desplace hacia el metatarso que tiene que responder a un
exceso de trabajo.

Por otra parte, la presión lateral a la que son sometidos los dedos hace que se formen los ojos de gallo,
o callos interdigitales, que amenazan a los dígitos a que abandonen sus
espacios para desencadenar una serie de patologías como los dedos en martillo, juanetes o dedos en garra.

Otro de los problemas que puede sufrir el pie son las grietas en el talón,
originadas fundamentalmente por la anhidrosis (ausencia anormal de
sudoración en respuesta al calor).

A pesar de que el talón está
diseñado para absorber cada impacto con una gran red de celdillas
grasosas,
si éste no está lo suficientemente hidratado, el contorno se
pellizca y se rompe.

Las
grietas también se deben a los calzados con contrafuertes blandos que
permiten desplazamientos de lateralidad, a cambios hormonales o a
algunos tratamientos médicos.

Si las grietas no se tratan de inmediato
pueden llegar a ser muy profundas e incluso a infectarse.

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