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Un debate recurrente en los grupos anticapitalistas es por qué motivo importantes sectores del feminismo no permiten la participación de hombres en sus colectivos.

Debido a la necesidad que hoy en día tiene cualquier organización política o sindical, de reconocer la legitimidad de la lucha de las mujeres, los discursos y programas suelen incluir algún apartado dedicado a “la mujer”, y se crean colectivos de mujeres que a lo primero que tienen que hacer frente, es a la etiqueta de “anti-hombres” asignado al movimiento feminista, en un evidente desconocimiento de su historia, teoría y práctica política.

Los colectivos feministas anticapitalistas son los que más problemas encuentran a la hora de constituirse como tales. Uno de los motivos es el peso que han tenido los principales teóricos marxistas en las luchas de emancipación de los siglos XIX y XX y que hasta ahora no han podido ser superados, a pesar de los intentos realizados desde el postmodernismo. El análisis económico y la lucha de clases como “contradicción principal” a la que deben subordinarse todas las demás, ha pospuesto históricamente las reivindicaciones de las mujeres para después de la toma del poder y la revolución. Sin embargo, en los casos en que el poder finalmente se consiguió, la desigualdad entre hombres y mujeres siguió persistiendo, a pesar de las buenas intenciones de legislaciones francamente progresistas, como en el caso de la revolución rusa y la cubana.

Y es que la teoría no siempre coincide con la práctica. La experiencia de las mujeres en las luchas revolucionarias de los años 60 y 70, las obligó a desarrollar la teoría del patriarcado (1) como sistema jerárquico de explotación sexual de las mujeres, distinto del capitalismo y que funciona de forma transversal entre las clases y etnias. El androcentrismo (2), el sexismo (3) y la división sexual del trabajo (4) y la primacía del espacio público sobre el privado (5) vigente en las organizaciones presuntamente revolucionarias, hizo que muchas militantes comprometidas comprendieran la necesidad de organizarse independientemente de los varones, en el convencimiento de que sólo la unión de las mujeres en colectivos feministas podía llevar a cabo una lucha consecuente contra el patriarcado, que tarde o temprano beneficiaría a toda la humanidad.

En la actualidad no es difícil encontrarnos con hombres que han incorporado el lenguaje no sexista, que se solidarizan, sobre todo teóricamente, con la queja de las mujeres respecto de la doble jornada (6) y hasta reconocen la validez teórica del patriarcado. Pero lo cierto es que si las mujeres no tenemos claros nuestros intereses, difícilmente conseguiremos que los hombres los incorporen a la lucha general. Ser el rey de la creación da mucha satisfacción y vivir rodeado de madres, hermanas y compañeras pendientes de los más mínimos deseos masculinos, otorga a los hombres unos beneficios de los que es difícil desprenderse, sobre todo cuando no se está obligado a ello.

Y nosotras ¿qué papel desempeñamos? En primer lugar, las mujeres solemos ser minoría en los colectivos anticapitalistas mixtos. En general, el valor de muchas mujeres militantes radica en que somos “las compañeras de” y nos sentimos cómodas en el papel de administradoras. A la hora de las diferencias políticas que surgen tarde o temprano, las mujeres solemos priorizar nuestra relación familiar y de pareja y difícilmente defendamos nuestras posiciones si ello puede conducir a una pelea doméstica. Solamente cuando reconocemos las contradicciones de género y empezamos a debatir con grupos de mujeres feministas, tomamos conciencia de multitud de cuestiones que nos habían estado haciendo sentir desvalorizadas y frustradas, tanto en la vida política como en la privada.

La descripción que en los años 80 hacia el grupo mexicano La Revuelta, explica muy bien la necesidad de tenemos las mujeres de hacer política desde grupos feministas autónomos:

“Crearse un espacio propio, un espacio no sólo físico, sino histórico, social, psicológico. Un espacio en el que no se dependa de la aprobación o desaprobación masculina, en el que no sean suje­tas de esa imposición, un espacio en el que los hombres no les digan continuamente qué es lo que tienen qué hacer y có­mo”(…) “Dentro de los partidos políticos de izquierda que hacen esfuerzos para acercar­se a la problemática de las mujeres nunca se llegan a ver en su totalidad las perspectivas de cambio social que proponen las feministas ( ) No es solamente una despenalización del aborto a lo que aspiramos, sino a un reconocimiento real de nuestro derecho a vivir como queramos nuestro cuerpo y nuestra sexualidad. Cuando hablamos de discriminación en las condiciones de trabajo, nuestra visión no se detiene en la igualdad de sala­rios o en la apertura de las fuentes de trabajo, pensamos más bien en el rompimiento del pensamiento patriarcal de lo feme­nino que se traduce en actitudes de discriminación: puesta en duda de las capacidades, falta de confianza, etc.”, (citado por Amalia E Fischer en “Los complejos caminos de la autonomía”).

Es solamente en los espacios autónomos que las mujeres nos sentimos libres de plantear nuestras dudas y llevar a cabo luchas antipatriarcales específicas. Es desde estos espacios que podemos analizar la relación entre la explotación patriarcal y la capitalista e impulsar propuestas innovadoras que incluyan ambos aspectos. La prostitución, el trabajo doméstico asalariado, el salario del ama de casa o el acoso laboral, son algunos ejemplos de asuntos nítidamente atravesados por el patriarcado y el capitalismo y que requieren respuestas innovadoras.

No obstante, los hombres pueden hacer mucho por el feminismo, aunque no estén incorporados a los colectivos de mujeres. En la ponencia presentada en la Jornadas sobre la condición masculina, organizadas por el colectivo de Hombres por la Igualdad, Ana de Miguel hablaba sobre el papel de los varones en la lucha feminista:

“¿Las mujeres y los hombres, confrontación, alianza o diálogo? Pues yo diría que son necesarias las tres cosas. Las alianzas sobre todo en reivindicaciones puntuales, todas las que se quieran. Si estamos a favor de reivindicaciones concretas hombres y mujeres, tenemos que entablar alianzas para defenderlas. Diálogo, todo el que se pueda. Y este foro me parece que es la prueba de ello. Nosotras llevamos años investigando cómo se reproduce la desigualdad sexual en los tiempos de la igualdad formal que son los nuestros. No es fácil verlo, hay que investigarlo, y los hombres en general tienen un punto de vista que no es tan privilegiado como el de las mujeres, porque las oprimidas siempre tienen un punto de vista privilegiado, porque ha absorbido la visión dominante del mundo que es la de los varones, y sin embargo también comienzan a construir la suya propia como oprimidas, y entonces tienen las dos. Además suscribo plenamente la idea de que para los hombres, al menos para muchos de los que aquí están, el patriarcado también es opresivo, por lo que también pueden desarrollar un punto de vista epistemológico privilegiado, y entonces enriquecer este diálogo.

En la esfera de lo privado creo que ha llegado el momento de la confrontación. Porque es en la esfera de lo privado y de lo doméstico donde hoy las mujeres nos tenemos que plantar frente a los compañeros varones y exigirles reciprocidad en la jornada interminable y hasta ahora invisible y que tan generosamente nos habían cedido entera para nosotras. Desde el feminismo y con el apoyo colectivo de todas las mujeres y cuantos más hombres mejor, esa lucha al fin la tiene que librar y ganar cada mujer individual. Y sin miedo a desarrollar conflictos por una causa tan justa como ésta, en que lo personal es político, y cuando una mujer se resiste a la subordinación y consigue cambiar una relación personal, está cambiando toda la sociedad.”

Por todo esto y muchas cosas más, la lucha de las mujeres tiene que ser feminista, debe incorporar la perspectiva de género (7) a todos los ámbitos en los que se encuentre y debe ser llevada a cabo por las mujeres. Nadie más lo hará en nuestro lugar.

Glosario

1. Patriarcado: – Organización política, ideológica y jurídica de la sociedad, cuyo paradigma es el hombre. Las relaciones de género son desiguales. La vida se estructura en referencia al hombre, que es quien tiene el poder de decisión sobre la vida y, con éste, el poder de construir la sociedad, la cultura y la historia Ideológicamente, en el patriarcado se establece como natural la valoración desigual de los hombres en relación con las mujeres. A partir de la diferencia bio -sexual de la especie se otorga la superioridad a los primeros e inferioridad a las segundas. Es una estructura que es asumida tanto por los varones como por las mujeres por ser el sistema dominante en el que ambos están inmersos. El feminismo ha abierto brecha en él. (Perspectiva de género, Consejo Nacional de Población de México).

2. Androcentrismo: Visión del mundo que pone al varón como centro de todas las cosas. Parte de la idea de que la mirada masculina es la única posible y universal, por lo que se generaliza para toda la humanidad, sean varones o mujeres. Conlleva la invisibilidad de las mujeres y de su mundo, la negación de una mirada femenina y la ocultación de las aportaciones que las mujeres han hecho en todas las esferas de la ciencia, del saber y de las artes (historia, medicina, psicología, filosofía, literatura, etc.). Constituye una visión distorsionadora y empobrecedora de la realidad que oculta relaciones de poder y de opresión del orden simbólico masculino sobre las mujeres. (VV.AA-cpr de Gijón, Materiales para la observación y el análisis del sexismo en el ámbito escolar, 2002)

3. Sexismo: Actitud y conducta jerárquica y discriminatoria respecto de una persona por motivos de su sexo o identidad sexual. Tanto los hombres como las mujeres pueden hacer uso de comportamientos sexistas. (Fuente: Proyecto Equal En Clave de Culturas)

4. División sexual del trabajo: Es la división del trabajo remunerado y no remunerado entre hombres y mujeres respectivamente, tanto en la vida privada como en la pública, en función de los roles de género tradicionalmente asignados. Este reparto tradicional de las tareas ha producido aprendizajes diferentes para hombres y mujeres, que se valoran de manera desigual dentro de la sociedad. (Fuente: Proyecto Equal En Clave de Culturas)

5. Espacio privado – Es el ámbito de lo familiar, dentro y fuera del hogar, donde mayoritariamente se mueven las mujeres, donde los afectos son pauta predominante: cuidado de hijas e hijos, de personas dependientes, la paciencia, la reproducción de la especie, la transmisión de valores, sin reconocimiento, valoración, retribución económica o posibilidad de ascenso. (Fuente: Taller de género realizado en la AMIDOIC, Agencia de Mediación e Indagación para el Desarrollo de Oportunidades Igualitarias para los Cambios, Enero 2004).

Espacio público: Espacio visible, reconocido y prestigiado que permite participar en la toma de decisiones a nivel político, económico y social, por lo tanto, es un espacio de poder, que está atravesado por la ideología dominante (y patriarcal) y que posibilita alcanzar independencia, así como negociar y ajustar las condiciones espacio -temporales y económicas, siendo considerado el espacio de producción por excelencia. (Definición extraída del taller de género realizado en la AMIDOIC, Agencia de Mediación e Indagación para el Desarrollo de Oportunidades Igualitarias para los Cambios, Enero 2004).

6. Doble jornada: Se refiere a la doble carga de trabajo que soportan actualmente las mujeres quiénes, además del empleo, asumen las tareas domésticas y el cuidado de la familia, sin que otras personas compartan dichas responsabilidades. (Fuente: Proyecto Equal En Clave de Culturas)

7. Perspectiva de género o visión de género. Significa utilizar los elementos de la teoría de género para analizar las relaciones sociales entre hombres y mujeres. (Fuente: UNESCO. Palabras Nuevas para un Mundo Nuevo. 2 ed. San Salvador)

Alicia Couselo

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