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Que algunas mujeres accedan al poder institucionalizado, tal como se presenta en la actualidad, ¿garantiza que ellas se identifiquen con nuestras demandas, reivindicaciones y propuestas?

El próximo 8 de marzo, día de lucha internacional de las mujeres, una vez más el movimiento de mujeres irrumpirá en el espacio público, no solamente para conmemorar dicha fecha o acontecimiento de lucha, sino también expresar nuestras denuncias, demandas, reivindicaciones y propuestas.

Como mujeres latinoamericanas, es necesario reflexionar sobre los avances, los límites y los desafíos que se nos presentan al movimiento de mujeres en el escenario actual.

Si analizamos el contexto actual, podemos visualizar, reconocer e identificar la presencia de falsos espejismos, que pueden impactar negativamente en la relevancia que en los últimos años ha emergido del movimiento de mujeres en el escenario político, callejero e insurgente latinoamericano.

Cada vez resuenan más y más discursos que embanderan la incidencia de las mujeres en el poder institucionalizado, en la hegemonía política.

En este sentido, cabe señalar la función de los medios de comunicación hegemónicos, que en sus análisis insistentemente aluden a la presencia de mujeres presidentas en el contexto actual. Como si esa condición, les daría la legitimidad para que representen y garanticen las necesidades de ciertos sectores desfavorecidos, y especialmente de las mujeres.

La “mediatización” de la lucha de la liberación de las mujeres no peca de ingenuidad, sino que sirve para legitimar ciertas figuras, ciertos intereses, ciertas políticas que poca relación tienen con la emancipación que la mayoría buscamos.

Lo preocupante es que este escenario puede paralizar, neutralizar, entrapar o confundir específicamente al movimiento de mujeres, pero también a la sociedad en general.

En este sentido, presento algunos interrogantes:

¿Puede una mujer, a priori garantizar la igualdad tan anhelada que buscamos las mujeres históricamente?

Que algunas mujeres accedan al poder institucionalizado, tal como se presenta en la actualidad, ¿garantiza que ellas se identifiquen con nuestras demandas, reivindicaciones y propuestas?

¿Es legítimo “respetar” a mujeres que han crecido históricamente en política dentro de lógicas patriarcales, capitalistas, corruptas?

¿Es respetable aceptar a personajes políticos, por el solo hecho de ser mujer, cuando en realidad sus prácticas políticas históricamente se han identificado con estilos convencionales de masculinización, razón por la cual llegaron al poder? ¿No será que en la actualidad necesitan la utilización de su figura femenina para implementar políticas que poco tienen que ver con nuestros intereses?

¿Se justifica que se apropien de nuestros discursos, y que además diluyan los mismos y consecuentemente nuestras demandas y reivindicaciones?, en tal caso, ¿no será que el poder, para legitimar el sistema social, cultural, económico y legal vigente necesita la introducción de algunas mujeres a los ámbitos de visibilidad y poder?

Al control masculino e institucional, ¿no le es necesario en este contexto “nuevas figuras” para consolidar el proceso de recomposición de la institucionalidad?

Frente a la mediatización de la luchas de las mujeres, y frente a la irrupción de ciertas mujeres en el poder en el plano latinoamericano y mundial, las realidades y situaciones que vivimos cotidianamente las mujeres poco se han modificado.

Revisemos algunas de las situaciones a las que estamos expuestas las mujeres. Si pensamos el lugar que adquiere el cuerpo femenino, debemos detenernos en las prácticas represivas vigentes. La represión se presenta, por ejemplo, contra las trabajadoras a las que se les impide la sindicalización y/o organización (lo hace por ejemplo el Gobierno de Cristina K con las trabajadoras del Casino).

En esta etapa, las mujeres están siendo instrumentalizadas, ya que no solo se necesita que garanticen la reproducción del sistema capitalista a través del trabajo doméstico; en la actualidad se convierten en un bastión importante para las lógicas de acumulación de las empresas multinacionales que prefieren emplear a mujeres, porque son más baratas, más flexibles, más expuestas a situaciones de superexplotación y su situación de irregularidad determina que siga siendo conveniente emplear a mujeres. Es prudente aclarar, que en tiempos pasados, también existían condiciones de explotación, ya que en las fábricas trabajaban muchas mujeres malpagadas y explotadas, pero a la luz de la situación actual podemos asegurar que hay una reconfiguración de las lógicas de producción/explotación, que ubica a las mujeres a transitar por otras inequidades, vulnerabilidades diversas a las pasadas. Es decir, las mujeres están expuestas a nuevas problemáticas que en la mayoría de los casos derivan en procesos sumamente difíciles que las afecta tanto a nivel objetivo como subjetivo.

Pensemos tan solo en la introducción de la maquilinización en los países de América Latina. Cabe señalar, que muchos de estos tipos de trabajo, son asumidos por mujeres jóvenes que ingresan por primera vez al mercado laboral.

La transformación del mundo del trabajo, va en concordancia con una reconfiguración del mundo económico, social, y cultural que se implementa en nombre del “progreso”, del “desarrollo” y/o “modernización”. Esta realidad, es producto de decisiones políticas que afectan considerablemente a mujeres campesinas, que hasta hace unas décadas sobrevivían de la agricultura familiar y en tiempos actuales son expulsadas de sus tierras, despojadas de sus prácticas tradicionales, vivencian la imposición de ciertos patrones culturales en desmedro de sus formas organizativas, de sus prácticas habituales. Paralelamente, desde el poder se sentencia a las mujeres al silencio, y a quienes desacatan este mandato, se les aplica procesos de judicialización y/o criminalización que en algunos casos afecta negativamente a sus comunidades.

Las mujeres en todos los países del mundo seguimos siendo las más pobres, contradictoriamente somos las que más trabajamos pero recibimos menor retribución personal.

Otro de los temas que nos convoca al movimiento de mujeres se refiere a los desafíos que se nos presentan en relación al combate del feminicidio que se presenta en nuestras sociedades de forma visible y preocupante. La violencia hacia las mujeres sigue siendo un tema candente en nuestras sociedades, que requiere de políticas públicas serias, profundas, que cuestionen los pilares de una sociedad patriarcal, misógina, y justificadora de la violencia hacia las mujeres. (no se resuelve con creaciones de “brigadas móviles” que escuchan a las mujeres que padecen violencia, pero que no alientan a un cambio estructural de la situación, como sucede con el actual programa nacional llamado :“Las Víctimas contra Las Violencias” dependiente del Ministerio del Interior, que por otro lado es difícil de verificar su alcance de estatus nacional.

En la misma sintonía se requiere una intervención clara que denuncien, prevenga y luche contra el tráfico de mujeres y niñas/os para la prostitución. Debido a esta problemática miles de mujeres son secuestras y forzadas a ejercer la prostitución. A nivel internacional la trata de personas representa el tercer lugar entre las actividades ilegales más lucrativas del mundo, luego del tráfico de armas y antes que el trafico de droga. Por otra parte, no podemos obviar las diversas problemáticas que generan en las mujeres el estar expuesta a la explotación sexual.

En materia de políticas públicas, tampoco se visualizan grandes avances en el plano de igualdad para las mujeres. La implantación de políticas públicas, en términos generales contiene un fuerte componente patriarcal y asistencial. Existen programas sociales destinados a mujeres que refuerzan las prácticas y representaciones sociales tradicionales. Solamente a modo de ejemplo, existe un programa denominado Programa Familia que es destinado a mujeres de sectores populares, en el cual se refuerza la imagen de la mujer exclusivamente como madre 2.

Las mujeres continuamos siendo cautivas del derecho a decidir sobre nuestro cuerpo. La iglesia, las instituciones y los gobiernos norman la sexualidad femenina, desestiman las muertes de mujeres por abortos clandestinos. Son las mujeres presidentas quienes se alinean al poder clerical, identificándose con sus ideales patriarcales que anulan toda capacidad de autonomía de las mujeres a decidir sobre su cuerpo.

Es también, el caso de la Ministra de Salud de Argentina quien afirma: “el tema del aborto compete a política penal”.

Estas declaraciones se ordenan en los acuerdos que realizan algunas de las mujeres que llegan al poder político con los poderes eclesiales. No podemos dejar de analizar esta situación sin mirar el avance de los fundamentalismos religiosos frente al protagonismo de las mujeres a nivel continental.

Frente a este cuadro de situación, que seguramente es escaso en relación a las múltiples problemáticas que afrontamos cotidianamente las mujeres en nuestros países, ciudades, pueblos y comunidades, el movimiento de mujeres enfrenta varios desafíos.

En primer lugar, se nos plantea el desafío fundamental de analizar la complejidad que nos presenta la realidad actual, para no caer en una fascinación, en un espejismo que muestra una realidad distante y diversa a la vivida por la mayoría de las mujeres. El peligro de caer en los falsos espejismos, pude llevar en algunos casos a la paralización de nuestras prácticas y reflexiones. En última instancia, a la pérdida de radicalidad que expresó en los últimos años el movimiento de mujeres en el escenario político.

En este sentido, es oportuno destacar y valorar el papel que las mujeres han ocupado en los movimientos sociales, desafiando el rol asignado socialmente de subordinación al ámbito de lo privado, la esfera doméstica, apropiándose de un espacio que les corresponde legítimamente pero que históricamente les ha sido denegado. Miles de mujeres han desoído dicho mandato construyendo un nuevo tipo de protagonismo dentro de una sociedad cuyos pilares se sustentan en un sistema patriarcal. Mujeres activas en diversas acciones, mujeres empoderadas y valiosas que trabajan cotidianamente en diversas organizaciones sociales, que resisten los ajustes estructurales en sectores como educación y salud, que participan activamente en los sindicatos, que se agrupan en colectivas feministas, que resisten en el espacio privado y en el espacio público.

Otro de los desafíos presentes consiste en confrontar con los medios masivos de comunicación, que hoy legitiman la presencia de mujeres en el poder, que en su mayoría reproducen designios patriarcales, desarrollistas, clasistas, eurocentristas, aludiendo a que ellas representan los cambios y los avances en el escenario político actual. Pero sabemos que mañana, estos mismos medios masivos de comunicación, no tendrán reparo para condenarnos a todas las mujeres, por las experiencias desarrolladas en la actualidad por algunas mujeres. Que serán el escudo de batalla, para una vez más en la historia juzgarnos como incapaces, como no aptas para la intervención en la esfera pública.

Además se nos presenta el desafío de ejercer el sentimiento de solidaridad, con mujeres que luchan en diferentes partes, y contra diferentes problemáticas. Ejercer desde nuestra práctica el sentimiento de otredad, necesario cuando pensamos en una sociedad diferente a la actual.

Un gran desafío, es consolidar procesos de articulación locales, nacionales e internacionales en un contexto en el que prima la fragmentación, la desconfianza, el desencuentro. Sin un diálogo sincero, que supere los prejuicios históricos existentes dentro del movimiento de mujeres, no podremos superar la atomatización en la que se podría llegar a caer.

Así como también es necesario establecer un encuentro con corrientes feministas que se proponen la interacción con diversos movimientos sociales, de manera que el proceso lleve a formas consensuadas en la producción de acciones sociopolíticas colectivas, que tengan como objetivo no retroceder en el rechazo sobre los pilares que configuran el modelo de dominación existente, el capitalismo, el patriarcado, el racismo y la discriminación étnica.

Notas

1 Pañuelos en Rebeldía.

2 Programa coordinado por el Ministerio de Desarrollo Social. Objetivo: promover el desarrollo, la salud y permanencia en el sistema educativo de los niños, y evitar la exclusión social de la familia en situación de pobreza. Consiste en dar un ingreso monetario a las familias en situación de pobreza con hijos menores de 19 años, y embarazadas que no perciban subsidios por desocupación ni por asignaciones familiares, en calidad de subsidio no reembolsable. La madre es la depositaria y titular del subsidio (es evidente que aquí se apela al rol de madre-cuidadora, conducta que se apoya en cualidades asignadas socialmente a las mujeres). El monto es de $100,- mensuales para el primer hijo y $ 25,- para cada uno de los restantes hasta un máximo de cinco y de $200,- por familia.

Roxana Longo

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