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Quienes somos militantes de izquierda conocemos del sexismo implícito existente en muchas de nuestras organizaciones al no considerar prioritaria la problemática de la opresión de las mujeres.

Las organizaciones y algunos compañeros y compañeras de izquierda en su gran mayoría siguen considerando un tema menor el de la opresión de la mujer. Un tema menor y lejano: “esto no tiene que ver con nosotros”. Pero ya es tarde para seguir sosteniendo estas posiciones, primero porque es importante que sepan, que su no compromiso con la lucha de las mujeres los convierte en cómplices inmediatos de esta situación de injusticia. Segundo, porque el sistema patriarcal no los ha dejado afuera, ya que se encuentra presente en los actos aparentemente más privados y personales, y condiciona la forma en que se establecen relaciones interpersonales en todas las dimensiones: sexual, familiar, económica, cultural y política, tanto para los hombres como para las mujeres.

El patriarcado no es una condición natural, es una organización social o un conjunto de prácticas que generan desigualdad y sometimiento de los hombres hacia las mujeres. Es necesario decir que el poder patriarcal también genera relaciones de subordinación de unos hombres hacia otros hombres.

Algunos compañeros o compañeras de izquierda tienen muy enclaro los derechos de huelga de los y las trabajadoras o la importancia de los movimientos insurgentes en América Latina, pero no ven la relación con el derecho al aborto legal o la organización de las mujeres por una vida libre de violencia.

¿Acaso no es evidente que patriarcado y capitalismo han sido y son aliados en la conformación de un sistema opresivo y excluyente, generadores de miseria, explotación y desigualdad?

Si bien el sistema patriarcal apareció antes que el capitalismo yya existía en otros modos de producción (ha demostrado una extraordinaria capacidad de adaptarse a cualquier sistema económico) es imprescindible ver que la organización jerárquica del sistema capitalista se benefició (y se beneficia) con la preexistente división sexual del trabajo.

Justamente, la universal división sexual del trabajo es una de las características más perversas del sistema patriarcal, que impulsó la asignación de diferentes tareas para hombres y mujeres, y posteriormente, a través de numerosos mecanismos, hizo creer que estas tareas adjudicadas a ambos sexos eran “naturales”.

Esa división, está aún hoy vigente y no es neutral ni igualitariamente valorizada. De hecho el sistema ha impuesto una organización jerárquica, ya que como dice Young:“la acumulación del capital se acomoda a la estructura social patriarcal y contribuye a perpetuarla, de tal manera que lo que se ha producido es una alianza entre capitalismo y patriarcado.”

El análisis de la lucha de clases es tan contundente que invisibilizóel mecanismo de explotación que funciona dentro de las relaciones entre los sexos, avalandode esta manera (en la práctica) la supervivencia de un sistema jerárquico, desigual y discriminatorio de relación entre hombres y mujeres.

No entraré en la discusión acerca de cuanto o cuan poco se trabajó este tema desde los teóricos y teóricas marxistas y desde los cuadros partidarios. Lo que es incuestionablees que a la luz de lo acontecido no ha sidosuficiente. Quienes hemos sido militantes de izquierda conocemos del sexismo implícito existente en muchas de nuestras organizaciones al no considerar la problemática de la opresión de las mujeres tan prioritaria como otros temas también trascendentes.

Estamos a tiempo de revertir esa peligrosa omisión. Socialismo y feminismo son compañeros de trinchera, no hay el uno sin el otro. La experiencia ya lo ha demostrado. Nuestros enemigos son el capitalismo y el patriarcado. Sepamos que no hay un fundamento real y filosófico que legitime el patriarcado. Por lo tanto, decir que se tratade un sistema político implica que éste puede transformarse a partir de la toma de conciencia de la desigualdad dentro de las relaciones entre hombres y mujeres.

El compromiso con la transformación social, política, económica y cultural implica luchar por un sistema justo e igualitario, que incluya de manera equitativa a hombres y mujeres.

Así como la lucha por los salarios dignos, contra la normativa de las 65 horas, contrala detención de nuestro compañero Arango, contralas agresiones fascistas a inmigrantes, contra la directiva de retorno o contra la criminalización de los y las luchadoras populares es una lucha de todos y todas

El 25 de noviembre es el Día de la no violencia contra la mujer, encontraremos textos, notas, mensaje o pronunciamientos de algunos compañeros sobre el tema que entiendan que esta también es una lucha de todos y todas?

Diana Cordero

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