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La prostitución militarizada
existe en los alrededores de las bases de USA en Filipinas, Corea del
Sur, Tailandia y otros países desde hace mucho tiempo. Pero desde que
USA comenzó a desplegar fuerzas en muchos países musulmanes, ya no
puede permitir la prostitución para su personal de manera tan abierta.
El despliegue de fuerzas militares de USA en la Guerra del Golfo, la
Guerra de Afganistán y la Guerra de Iraq ha estimulado la prostitución
y el tráfico de mujeres en Oriente Próximo.

Otro
cambio importante es la dependencia de las fuerzas armadas de USA de
los llamados “contratistas privados”, que ya sobrepasan el número de
soldados en Iraq. La opinión pública ha comenzado a prestar atención al
papel de estos contratistas en las zonas donde USA ha emprendido
acciones militares. Menos atención se ha prestado, sin embargo, a la
forma en que los contratistas privados están cambiando la naturaleza de
la prostitución militarizada. En el ejemplo más conocido, empleados de
DynCorp fueron descubiertos cuando traficaban con mujeres en Bosnia y
hay indicios que sugieren que en Iraq puede estar ocurriendo lo mismo.

Estoy
investigando si los contratistas civiles permiten la explotación sexual
militarizada en Iraq, Afganistán, los Emiratos Árabes Unidos (EAU) y
otros países musulmanes. Mi investigación pretende descubrir nuevos
patrones de explotación sexual de mujeres por USA para fines militares
y cómo cambia la prostitución institucionalizada cuando las fuerzas de
USA se instalan en países musulmanes. Estoy especialmente interesada en
el papel que desempeñan los contratistas civiles en la promoción de la
prostitución local o en la importación de extranjeras a zonas guerra
haciéndolas pasar por cocineras, camareras u oficinistas.

He
emprendido esta investigación como militante feminista que ha trabajado
durante mucho tiempo en aspectos relacionados con la mujer y el
militarismo, inspirada por el ejemplo de mujeres como
Cynthia
Enloe, Katherine Moon y Saralee Hamilton. He organizado protestas en
contra de la explotación sexual en las cercanías de las bases militares
de USA en Filipinas. Más recientemente he trabajado en aspectos
relacionados con la agresión y el acoso sexuales a mujeres soldados en
las fuerzas armadas de USA. Desde la guerra del Golfo también me he
opuesto activamente a los ataques de USA a Iraq.

Si
bien durante la corta Guerra del Golfo las fuerzas armadas de USA no
permitieron la prostitución militarizada en Arabia Saudí para no
molestar a sus anfitriones, cuando regresaban a USA los barcos que
transportaban al personal militar se detenían en Tailandia para
disfrutar de un tiempo de “descanso y recreo”
(Rest & Recovery).
Las duras sanciones económicas impuestas después de la Guerra del Golfo
obligaron a muchas iraquíes a prostituirse. El comercio sexual creció
en tal medida, que en 1999 Saddam ordenó a sus fuerzas paramilitares
que lo reprimiesen. Como resultado de ello muchas mujeres fueron
ejecutadas.

La
invasión de Iraq por USA en marzo de 2003 llevó la prostitución de
vuelta a ese país en cuestión de semanas. Hasta ahora, la Guerra de
Iraq ha durado ocho veces más que la del Golfo y está caracterizada por
el uso de una enorme cantidad de contratistas privados. En enero de
2006, el presidente Bush aprobó una ley que prohíbe el tráfico de
personas. Esa ley, sin embargo, no ha sido aplicada a los contratistas
privados.

El
miedo creado por el renacimiento de la prostitución ha permeado a toda
la sociedad iraquí. Las familias no dejan que las chicas salgan a la
calle, no sólo para evitar que sean atacadas o asesinadas, sino para
impedir que sean secuestradas por redes organizadas de prostitución.
Estas redes también obligan a algunas familias a que les vendan sus
hijos para convertirlos en esclavos sexuales. La guerra ha dejado sin
casa a una enorme cantidad de chicas y chicos, que son muy vulnerables
al comercio sexual. También ha producido una gran cantidad de
refugiadas que tratan de huir del peligro pero que (por desesperación
económica) terminan prostituyéndose en Jordania, Siria, Yemen o los
Emiratos Árabes Unidos. Nuestra ocupación no sólo ataca a las mujeres
físicamente, sino también espiritualmente, hasta que no queda nada más
que destruir.

Las
extranjeras importadas a Iraq para ejercer la prostitución generalmente
llegan a través de los canales establecidos de tráfico ilegal de
trabajadores, tal como lo documenta la serie de reportajes publicados
por el Chicago Tribune, titulados Pipeline to Peril
(La ruta al peligro). Por ejemplo, el periodista independiente David
Phinney ha documentado cómo una compañía contratista kuwaití que
importaba trabajadores para construir un nuevo complejo para la
embajada de USA en la Zona Verde de Bagdag, introducía mujeres en el
área de construcción.

En
la Zona Verde se han abierto algunos burdeles (disfrazados de refugios
para mujeres, peluquerías o restaurantes chinos), pero las autoridades
los han cerrado cuando los medios han informado de su existencia. Según
las fuerzas armadas de USA, sus tropas tienen prohibido tratar con
prostitutas. No obstante, en sitios web de sexo los contratistas
privados se jactan de ser capaces de encontrar mujeres iraquíes o
extranjeras en Bagdad o en los alrededores de las bases militares de
USA. Estos contratistas privados de seguridad cobran salarios muy
altos, por lo que disponen de mucho dinero y no son responsables frente
a nadie más que sus compañías.

El
empleado de una contratista que vivía en la Zona Verde contaba en
febrero de 2007 que había tardado cuatro meses en lograr los contactos
necesarios. “Tenemos un contacto en la Patrulla Encargada de la
Seguridad Personal que nos trae estas bellezas iraquíes.” En correos
electrónicos de contratistas occidentales se sugiere que mujeres
chinas, filipinas, iraníes y de Europa del Este también se prostituyen
e Iraq para los usamericanos y otros occidentales. (Otros informes
indican que al parecer hay mujeres chinas que se prostituyen en
Afganistán, Qatar y otros países musulmanes en los que puede ser
difícil para las redes de prostitución encontrar mujeres de esos
países).

Durante
su período de licencia de Iraq en 2005, el reservista del ejército
Patrick Lackatt afirmó que “por un dólar puedes conseguir una
prostituta por una hora.” Pero a medida que la guerra se ha
intensificado en Bagdad y en otras regiones árabes de Iraq, se ha hecho
más peligroso para los occidentales salir de las bases militares y de
la Zona Verde. Por eso, ahora los contratistas se pasan la voz de que
es mejor disfrutar de sus períodos de “descanso y recreo” en la región
curda del norte, que es más segura, o en los bares y hoteles de Dubai,
el emirato que se ha convertido en el principal centro de prostitución
del Golfo Pérsico. Mientras, en Iraq las redes de prostitución tienen
que actuar de manera cada vez más clandestina para esconderse de las
milicias iraquíes.

Como señala Sarah Mendelson en su informe del año 2005 sobre los Balcanes, Barracks and Brothels
(Barracas y Burdeles), el gobierno de USA ha ideado muchos protocolos y
programas para disminuir el tráfico de personas, pero como no se hacen
respetar terminan siendo simples ejercicios de relaciones públicas. Los
oficiales militares suelen hacer la vista gorda con la explotación de
mujeres por el personal militar y el de los contratistas privados,
porque quieren elevar la “moral” de sus hombres. La forma más eficaz
que tienen las fuerzas armadas de evitar una reacción negativa del
público es impedir que la información incómoda llegue a sus oídos. No
es necesario encubrir la información si nadie la conoce.

Para mí (y para otros investigadores y periodistas) ha sido difícil llegar al fondo de esta crisis. En su libro Imperial Life in the Emerald City
(Vida imperial en la ciudad esmeralda), Rajiv Chandrasekaran observó
“Había prostitutas en Bagdag, aunque no podías irte a una ciudad para
tener sexo como en Saigón.” Descifrar quién está detrás del tráfico de
personas es tan difícil (si no más) que en el caso del tráfico de
drogas. Ya es bastante difícil rastrear el extendido tráfico ilegal de
trabajadores a Iraq. Pero el tráfico de mujeres iraquíes o extranjeras
para prostituirlas está mejor encubierto. Las redes de prostitución
esconden muy bien sus rastros y ni los militares ni los contratistas
privados están interesados en revelar información que pueda perjudicar
la guerra.

El
hecho de que la información sea difícil de encontrar es un aliciente
para intensificar la búsqueda y para hacer de la prostitución
militarizada un tema fundamental de los movimientos de mujeres y contra
la guerra. La guerra de Iraq se financia con nuestros impuestos, y si
como resultado de la ocupación se explotan mujeres, es nuestra
obligación responsabilizarnos por esos crímenes.

Actualmente
estoy escribiendo un informe más detallado sobre mis hallazgos y
necesito datos de otros investigadores y periodistas, veteranos de
guerra, empleados de contratistas privadas, exilados y refugiados, y
mujeres que hayan sido prostituidas en el pasado, que ayuden a echar
luz sobre la prostitución militarizada en Oriente Próximo y el papel de
las fuerzas armadas y de sus contratistas privados.

El
objetivo final de esta investigación es no sólo poner al descubierto
estos crímenes contra la mujer, sino contribuir en la formación de un
movimiento que los detenga. Cuando se habla sobre los derechos de las
mujeres iraquíes no se toca el tema de cómo la ocupación de USA está
creando nuevas formas de opresión que destruyen su autoestima. Como
estadounidenses, tenemos la obligación de detener los abusos de los
militares contra las mujeres haciendo que termine la ocupación.

Fuente: Debra McNutt
Counterpunch
Traducido por Chelo Ramos

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