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El cuidador principal va a ir pasando por fases diferenciadas a lo largo
de este proceso. Recogeremos aquí, agrupándolos, los principales estadios
y momentos claves para el mismo.

Ante la sospecha de la demencia las emociones más frecuente son: Incertidumbre,
desconcierto, hostilidad, cólera, incredulidad y desasosiego.

Ante el diagnóstico: aturdimiento, bloqueo, incomprensión, impotencia,
indefensión, bloqueo mental, negación de la evidencia, temores racionales
e irracionales, culpabilidad, miedo al futuro, sentimientos de soledad.

Durante la primera fase de la enfermedad: descontrol emocional, vergüenza,
estrés, ineficacia en la toma de decisiones, inseguridad en las medidas
tomadas para el cuidado del enfermo, sensación de aislamiento social,
manifestaciones psicosomáticas de ansiedad y/o depresión.

En fases sucesivas se suele agudizar el cansancio psicofísico, apareciendo
al mismo tiempo el miedo a la pérdida del ser querido.

Las emociones se pueden agravar o cambiar en función de la información
y apoyo que se vaya recibiendo, pudiendo pasar de este panorama tan
negativo a otro en el que desarrollaremos la tolerancia a los síntomas
de la demencia, aumentaremos la sensación de crecimiento personal, mejorará
nuestra aceptación de lo inevitable y nuestro valor para modificar lo
que es posible cambiar. Podremos experimentar emociones positivas como
la ternura, la creatividad ante lo cambiante, la vivencia
de nuevos roles en nuestra vida, la satisfacción por la superación de
objetivos y metas cumplidos e incluso el aumento del sentido del humor
como una herramienta más para enfrentarnos a las dificultades.

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