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Actualmente una parte importante de la investigación va dirigida a
intentar establecer las causas de la enfermedad, aunque por el momento
queda mucho por descubrir en este sentido.

Se sabe que la
enfermedad es más común en edades avanzadas, pero se desconocen los
factores desencadenantes de los cambios característicos que se producen
en el tejido cerebral de quienes la padecen. Se sabe que estos cambios
cerebrales están asociados al envejecimiento, pero también que no son
parte del proceso normal de envejecimiento. En algunos casos, estos
cambios se producen a una edad relativamente temprana.

Aunque se
cree que la genética puede jugar un papel, son raros los casos en los
que una anormalidad genética es causa de la enfermedad. La opinión
general es que los genes únicamente contribuyen a aumentar la
susceptibilidad de una persona a padecer la enfermedad. Parece que, al
menos en algunos casos, hay factores ambientales que contribuyen a
desencadenar la enfermedad.

Lo que está claro es que la
enfermedad de Alzheimer no es infecciosa y que no está causada por un
infra o sobreuso del cerebro. Aunque a veces la enfermedad se
manifiesta tras un periodo de estrés o preocupación, no se cree que
estos estados emocionales sean su origen. Tampoco se cree que un
traumatismo o una operación puedan desencadenarla. En ocasiones se ha
dicho que la dieta o que algunas deficiencias hormonales pueden
contribuir a su desarrollo, pero la mayoría de los especialistas no
aceptan esta propuesta, como tampoco se acepta la idea de que el
aluminio en la dieta puede tener algo que ver.

Así pues, todavía
hoy no se conoce la causa principal. Sí se sabe que se trata de una
enfermedad edad-dependiente –es decir, es más frecuente cuanto mayor se
es- y que existen muchos factores que influyen en su génesis.

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