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Dermatitis atópica. ¿Qué es y cuáles son los síntomas?



Dermatitis atópica. Inflamación de la piel de carácter crónico, debido a la pérdida progresiva de su contenido en agua.


Localización anatómica: Piel.


Síntomas: En lactantes aparecen lesiones eritematosas –enrojecimiento con inflamación persistente– que posteriormente dan lugar a áreas costrosas en las mejillas, el cuero cabelludo y las nalgas. Durante la niñez aparecen lesiones secas y se acompañan de intenso prurito, con enrojecimiento y engrosamiento de la piel, especialmente en el cuello, la nuca, las muñecas, los codos y las rodillas. Los adultos sufren el mismo tipo de lesiones que los niños, aunque más secas aún y descamativas, formando placas con liquenificación –la piel se vuelve más gruesa y correosa, con una acentuación de las líneas–. Además se observa dermografismo blanco –tendencia exagerada a la producción de habones en la piel cuando se rasca–, infecciones cutáneas repetidas, rinitis y asma.


Pronóstico (gravedad): No reviste gravedad.


Causas: Hipersensibilidad ante factores ambientales, fisiológicos y farmacológicos, y mayor susceptibilidad a las infecciones cutáneas por virus y bacterias, debido a alteraciones en el sistema inmunitario.


Factores de predisposición: Tensión nerviosa, estrés y alergias. Se asocia con la predisposición a problemas oculares y procesos infecciosos de las vías respiratorias altas.


Posibles complicaciones: Perpetuación de la lesión debido a que el enfermo se rasca y esto hace que no se pueda llevar a cabo la curación, siendo mayores los daños en la piel.


Tratamiento: Compresas húmedas sobre las superficies exudativas –heridas como úlceras varicosas, heridas traumáticas infectadas y úlceras de decúbito–, cremas con corticoides e hidratación de la piel. Administrar antihistamínicos orales para controlar el prurito y la ansiedad. Eliminar de la dieta algunos alimentos causantes del empeoramiento de los síntomas –ricos en grasa animales y azúcares principalmente, tales como embutidos y chocolate; también productos excitantes como el café– y evitar ambientes excesivamente húmedos o secos.


Prevención: Proteger la piel de agentes agresivos –lejías y detergentes–, usar jabones adecuados, cuidar la alimentación, evitar el polvo y otros agentes alergenos.


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